Debemos partir del hecho ya ampliamente respaldado por la ciencia de que somos un canal energético. Esto significa que nuestros cuerpos en conexión son lugares de pasaje de energía electromagnética de la Tierra al Cielo y del Cielo a la Tierra. Contamos con tubos principales y aledaños que nos constituyen y nos mantienen permanentemente conectados al campo cuántico en que existimos. El mejor modo de esquematizarlo es observando la imagen de la estructura del campo magnético humano, el cual porta la forma de un toroide y es idéntico al que rodea nuestro planeta Tierra.
En ciertas ocasiones, nuestra arquitectura se desordena y produce efectos como la enfermedad física (materialización del desorden). Uno de los tantos modos de reestablecer ese orden, esa geometría propia de nuestra arquitectura divina es la meditación y la relajación. Estos son dos estados en los que tomamos conciencia del modo en que la energía vital circula.
Para los momentos personales de práctica de la meditación: nos dispondremos a realizarla en un lugar cómodo y sin interrupciones, podemos comenzar con 15 minutos, aumentando el tiempo conforme vamos logrando sostener la práctica con mayor estabilidad. Sentados o acostados, mantendremos siempre la columna alineada con la coronilla teniendo los ojos cerrados y habiendo hecho una relajación previa del cuerpo para disipar las tensiones físicas. El eje del meditar es la atención consciente puesta en la respiración completa (llevando el aire que ingresa por la nariz hacia las clavículas, costillas y abdomen para luego exhalar). No te frustres si al principio te resulta difícil sostener la atención o la posición, el objetivo se logra con insistencia, la práctica hace al maestro.

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